lunes, 4 de octubre de 2010

SONETO IRREGULAR AL GUITARRISTA

Guitarrista, la calle conociste.
Te veo soñar con tu sudor.
Llevar a tu boca pan de dolor.
Y extrañar al músico que fuiste.

A tu guitarra de cinco cuerdas
la pierna y la cuarta le cortaron.
Ni el sonido de aquellos tangos
Te quedaron para las penas.

Del tren imparable sos amigo.
Aun que él no te conoce,
son suyas las migas de tu destino.

¿Sonará tu guitarra con cuerdas nuevas?
Mientras tanto te sentás a esperar el Futuro.
¿Sonará de vuelta tu risa serena?

jueves, 1 de julio de 2010

UN HOMBRE MÁS

En horas de ruido
La música desaparece.
En la borrachera de los tiempos.
Parece resurgir el mismo silencioso frío
Que congeló las brasas de los pobres
Y arropó los sueños de los nobles.
Porque si cayeron los grandes relatos
No hay más finales felices
Y sólo podrán sonreír,
los que nacieron con antifaz.
Yo confío en los hombres
restaurarán un relato.
Habrá nuevas excusas para vivir
y para transformar el mundo,
Para construir la felicidad.
Con las herramientas que tenemos,
cuando la resaca de la historia comience,
terminaremos lo empezado.
Porque a pesar de todo,
Seguimos siendo humanos.


En lo profundo de la ciudad triste y de concreto, tras el velo de fiesta y alcohol, más allá del humo cegador, en la ciudad, hay una plaza verde. Allí los ruidos no penetran. Enrejada, cierto, pero detrás del alambre está el lago. Si se desea es posible pasar por alto el obstáculo. Encontraremos entonces, y muy cerquita del subte, un lago bellísimo, inmenso, mágico.
Las rostros allí, sin preocupaciones, enamorados, son felices y los hombres iguales.
En las entrañas de la ciudad, en lo más profundo, detrás de una muralla de desierto, y una altísima reja, está la felicidad. Un corazón que bombea vida y tiempo para quién lo desea. Quien puede verlo se sentirá pleno, ni hambre ni frío ni aburrimiento pasará jamás.
Sé que algún día, la ciudad se dará cuenta que sus entrañas no están hechas ni de fealdad, ni de barro, ni de dolor, ni de tristeza ni de carteles de neón, ni puertas de boliches ni chicos pidiendo en las calles, ni empresarios que amasan fortunas. Cuándo la ciudad entienda que lo más íntimo que tiene es la plaza, toda ella se transformará en parque, en lago, en felicidad. Quedará a un costado eso que se cree en el centro, hasta que por fin, solito caiga del tablero. Entonces la vida misma será sublime, y así será para todos los que en ella habitan, los que la visitan o los que la tengan de vecina.
Después de todo la ciudad es como un hombre más.

viernes, 9 de abril de 2010

PRISIÓN DE ALMIZCLE

Injurio las carcajadas de tus chamameceros,
ellas intentan darme a probar su vino.
Sé que sabe a vos, almizcle.
No podré echarme a bailar
Mientras los fantasmas de éste escritor
cercenen la comisura de sus labios.

Fantasmas de éste escritor
y de la sociedad toda.

y de la historia entera.

y del chico que cruje su vientre para pedir una moneda

y del explotado que muerde sus muñecas para saborear su sangre

y de los que diseccionan al gigante social, reventando su catinga,
y llenan de podredumbre y de miseria los barrios que quisieron mejorar.

Y del rico que cae en la trampa del almizcle

y de La Iacona, que sabe que él también cayó en esa trampa,
pero que disfruta las arcadas que le produce el dulzor del veneno.

¡Almizcle alguien te transformará en miel!
No habrá más cadenas, pobreza, oprimidos ni los otros clichés que militan.
Brotarán de las heridas de la historia libertad, trabajo y sus frutos en juego,
ya no más sangre.

Almizcle, ahora estás tranquilo, porque hasta que llegue el Mesías que trague la catinga
[olorosa y te erradique del destino de la familia Humanidad,
sólo están los comediantes –y algunos escritores- que injurian a tus fantasmas.

Yo te voy a advertir, antes de ir a tocarle el culo a uno de tus músicos,
que si bien nosotros no podemos hacer nada más que reírnos –llorando-
en este juego, vos tenés las de perder.

martes, 23 de febrero de 2010

ALCOHOLES HEDIONDOS

Beberé tu alcohol.
Me saciaré con el licor de tus ojos,
ese dulce iris que funde mis párpados,
evitando, al fin, ver el
Muro rojo contra el que estalla mi hígado,
contra el que revienta mi corazón,
sobre el cual se posan los buitres, esperando
comer un listón de mi carne.
Así, mezclaré mis jugos con los tuyos,
mientras rebane en finas rodajas
mis sienes, mi alma, mi cabeza,
y encuentre ese centímetro cuadrado
de recuerdo, donde se gravó la sombra de mi amor.
Te lo daré y lo comerás. Lo vomitarás en mi boca
y yo olvidaré mi feliz pasado.
Aturdido, mareado, rebajado, denigrado, seré
bañado por la palangana de la miel y el alcohol
que lavará mis ojos mientras arden y
tapará mis heridas por un rato.
Así, pensando que estoy amando-la devuelta
a ella,
te besaré,
fría y promiscua botella.